Cuenta leyenda, que los planetas irán apagándose lentamente, el universo se volverá frágil y todo se derrumbará en un mar de oscuridad... solo el amor de los grandes invocadores por los lejanos mundos, logrará unir todos los universos en uno, dando así un paraíso infinito y una vida eterna para todos los seres del firmamento...
Muy lejos de aquí, en el llamado "Universo Perdido", la magia fluye por las entrañas de todo ser...
Tanto es así, que controlar los elementales es un pasatiempo para estos seres. Todos quieren llegar a ser altos invocadores, sus vidas enteras pasan estudiando el arte de controlar la magia.
Aunque... hay quien prefiere, vivir su vida de otra manera...
La eterna familia líder de invocadores, generación tras generación ha dado Supremos al mundo.
El gran Rey Invocador Supremo de la actualidad, tiene grandes esperanzas puestas en sus hijos, éstos a su vez, cada vez son mas fuertes y mas sabios...
La hija mayor del Gran Rey, Hikari, conoció a una persona muy interesante hace unos años. Un pequeño invocador mediocre rondaba por el reino consumiendo la vida de algunas flores del jardín...
Hikari enseguida entendió porque lo hacía, controlar el espíritu de otros seres no es nada fácil para un aprendiz, así que decidió ofrecerle ayuda como toda una experta que era ella ^^
A medida que pasaba el tiempo, el invocador mediocre aprendía muchas cosas y el aprecio mutuo de ambos se hacia cada vez mas y mas fuerte...
Pero Gran Rey Supremo, no podía permitir el hecho de que su hija enseñara las artes de invocación de la familia a un ser mediocre, ni tampoco que debido a esto ella estuviera dejando sus propios estudios a un lado... ¬¬
Tanto le molestaba ese maldito invocador mediocre al Gran Rey, que éste decidió expulsarlo de Mundo Perdido, mandarlo lejos, muy lejos de allí, para así hacer que su hija volviera a centrarse.
Una noche fría y oscura, el Rey Supremo pronunció las palabras prohibidas... la noche se convirtió en luz, y el invocador mediocre desapareció para siempre... minutos después borró todos los eslabones que llevarían a este hecho, para que así, nadie pudiera recordar nada, ahora jamas había existido ese ser molesto y mediocre...
Lo que el Gran Rey no sabía, es que tan protegida de la magia externa estaba su hija, que desde una esquina, con ojos empapados en lágrimas, nunca olvidaría lo que hizo su padre, nunca olvidaría como los ojos del Gran Rey se volvían opacos tiñendo todo el color en pura oscuridad, en un mundo en el que todo era luz para ella...